viernes, 6 de junio de 2008

China según un norteamericano

Hace poco, tuve la suerte de escapar de un banquete a costa de no ser avergonzado. A veces, un extranjero en China se ve obligado a elegir entre beber licor hasta vomitar para establecer vínculos personales y mantener la salud.
Una vez, visité una zona de desarrollo económico para discutir con compañías chinas sobre un proyecto de cooperación. Como es costumbre entre los chinos, nos ofrecieron un banquete con muchos platos, vinos y licores. Aunque generalmente los participantes son cuatro o cinco, se suelen servir unos diez platos en la mesa, además de frutas. Según los chinos, la abundancia equivale a una cálida bienvenida a los huéspedes. El típico banquete chino se caracteriza por el brindis mutuo, uno detrás de otro, como si al día siguiente no hubiese nada para tomar. En el banquete lo más escuchado es “gan bei”, que significa beberse todo el vaso.
Indudablemente, esta práctica para establecer relaciones públicas es muy peligrosa, ya que realizar negocios con colegas chinos después de la comida merma la eficiencia en gran medida. Otro peligro latente es que tomar mucho licor en un corto periodo de tiempo provoca fácilmente la enfermedad. El efecto alcohólico de una toma excesiva se prolonga por varios días, algo muy desfavorable para los negociantes.
He asistido a varios cientos de banquetes en China y pese a que el licor nunca falta, he descubierto que existe diferencia entre los del norte y los del sur. En comparación con los chinos norteños, los sureños son más tolerantes con la actitud de los huéspedes de beber o no el licor, no se preocupan por la capacidad de beber y son más sociables. Creo que los sureños saben que existen otros métodos mejores que el emborrachamiento para familiarizarse con los huéspedes.
En cambio, los chinos del norte parecen tener la convicción de que no son anfitriones calificados si no pueden emborrachar a los huéspedes. En realidad, el tema más discutido en los banquetes celebrados en el norte se relaciona con bebidas alcohólicas. “Eres el primer extranjero que no toma licor con nosotros”, comentó una comerciante en un reciente banquete ofrecido en la provincia norteña de Shandong. “La última vez servimos licores a un extranjero que vino aquí y él cayó emborrachado después de varias copas.” Comenzó a reírse a carcajadas, pero yo no sentí nada de gracioso.
El frío invernal en el norte de China es penetrante, igual que en Rusia, Finlandia y Alaska de Estados Unidos. En los largos días del invierno, no hay nada que hacer, excepto beber licores fuertes. Los norteños se consideran invictos en tomar el licor y suelen beber hasta tener la barriga llena. Después de ir al baño continúan bebiendo hasta la madrugada.
A mi juicio, para las compañías occidentales que intentan expandir sus negocios en China, les aconsejo que aquellos lugares donde obligan a los huéspedes a tomar licores no son ideales, a menos que aquellas compañías tengan allí una competitividad ventajosa especial. Lo interesante es que las compañías de la República de Corea y Japón ostentan una supremacía en esos sitios fríos. Los coreanos y japoneses tienen en los negocios un hábito similar al de los chinos norteños de beber licor. Los primeros prefieren igualmente beber hasta el mareo para manifestar su sinceridad y coraje hacia los colegas chinos.
Por favor no me malentiendan. Me gusta mucho tomar una o dos copas de vino o cerveza en el almuerzo, porque así mis relaciones se vuelven armoniosas con los chinos. La bebida alcohólica puede acercar la distancia entre los seres humanos y establecer la confianza recíproca. Sin embargo, beber sin humor hasta vomitar produce efectos contrarios a la familiarización. ¡Ojalá algún día yo pueda disfrutar relajadamente del brandy de Shandong sin preocuparme por el excesivo brindis del anfitrión hospitalario.

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